El anime ha ganado popularidad gradualmente en la cultura latinoamericana desde los años 90. Por más de 30 años, cada generación ha tenido sus propios títulos más populares: en los 90 fue “Sailor Moon”, en los 2000 “Naruto” y a partir del 2010 nos acompañó la icónica serie «Attack on Titan». Además, durante la pandemia y los confinamientos, muchas personas que antes consideraban que el anime era para gente extraña han cambiado de opinión. Pero, ¿qué es el anime? Es un estilo de animación japonés utilizado para crear series y películas, y más que simplemente un estilo de animación, incorpora un estilo narrativo único que no se podría replicar en Occidente.
Cuando hablamos de películas animadas japonesas, es imprescindible mencionar al prestigioso estudio Ghibli y al director Hayao Miyazaki, quien ha creado obras maestras como “Mi vecino Totoro” (1988) o “El viaje de Chihiro” (2001), las cuales han cautivado a millones de personas a lo largo de los años. Incluso el año pasado, el estudio ganó el premio Oscar a la mejor película animada con “El niño y la garza”.
Pero, ¿cómo es posible que productos que no están pensados para el público occidental puedan gustarle tanto a estos? Y es por eso mismo que nos encantan este tipo de historias: son distintas a las tipicas películas de Hollywood, que son simples y no suelen tener significados tan profundos, donde los buenos siempre van a ganar o siempre tiene que haber un gran conflicto.
Sin ir más lejos, hoy se estrena en Cine Arte: “Haikyu: La batalla del basurero”, que continúa la historia de la serie “Haikyu”, que cuenta cómo un equipo de voleibol entrena por capítulos. Pero a diferencia de lo que sucede en las series de Occidente, el equipo del Instituto Karasuno puede perder, no es invencible y, por mucho que entrene, existe la posibilidad. Sus protagonistas lloran y tienen conflictos humanos (aunque, claro, existe el género shonen en el anime donde el protagonista sí es invencible y nunca perderá, pero eso solo pasa en ese género).
Creo que eso es lo que nos gusta de estas películas, y es que a pesar de tener un estilo animado y expresiones tan ajenas a las nuestras, las emociones son tan palpables que nos llegan mucho más fuerte a nosotros como espectadores y que nos hacen estar al filo del asiento, expectantes de lo que va a pasar, ya que la forma de contar historias de los japoneses puede ser cualquier cosa menos predecible.
Escrito por Martín Novoa, estudiante de periodismo de la Universidad de Playa Ancha.